La tesis doctoral de Pamela Barone investiga cómo los niños de tres años reconocen el estado mental de otra persona, y cuánta información necesitan los adultos para distinguir entre una interacción intencional de una interacción con un ordenador
En nuestra vida cotidiana, usualmente atribuimos creencias, deseos e intenciones a otras personas para dar sentido a las acciones que realizan (por ejemplo, decimos que Juan cogió el paraguas porque cree que está lloviendo) o para anticipar su comportamiento futuro (por ejemplo, pensamos que María intenta preparar un bocata y así predecimos que irá a la cocina y abrirá la nevera). Al hacer este tipo de atribuciones, vemos a las otras personas -y también a nosotros mismos- como agentes que tienen estados mentales sobre cómo es el mundo y sobre cómo les gustaría que fuesen, y que actúan guiados por dichos estados mentales. En Psicología, esta capacidad se conoce como “teoría de la mente”, y resulta esencial en nuestras interacciones y relaciones con los demás.
La atribución de un tipo específico de estados mentales, las creencias falsas, se ha considerado como la prueba definitiva de que alguien cuenta con una teoría de la mente. En la tarea clásica de creencia falsa, los niños ven que una marioneta llamada Sally deja un objeto dentro una cesta. Mientras Sally está fuera de la escena, otra marioneta aparece y cambia el objeto de ubicación: lo esconde ahora en una caja. Cuando Sally regresa, el niño debe responder dónde piensa que Sally buscará su objeto. A partir de los 4 años, los niños responden de manera correcta diciendo que Sally buscará su objeto en la cesta donde cree (erróneamente) que aún se encuentra. Recientemente, sin embargo, un nuevo conjunto de tareas de creencia falsa, más simples y que no requieren una respuesta verbal de parte de los niños, ha llevado a diversos investigadores a defender la conclusión de que la atribución de creencias falsas ocurriría en el segundo año de vida.
La tesis doctoral de Pamela Barone, defendida en la Universidad de las Illes Balears, pretende contribuir al estudio de la teoría de la mente desde una perspectiva de segunda persona, tanto a nivel teórico como empírico, enfatizando el papel de la interacción y de la atribución intencional temprana.
A nivel teórico, la perspectiva de segunda persona pone en duda que los resultados de las tareas no verbales de creencia falsa avalen la interpretación de que efectivamente se están atribuyendo creencias falsas. Propone, por el contrario, que los niños pequeños pueden superar estas pruebas al ser capaces de integrar, en el tiempo, las miradas y la posición del objeto que cambia de ubicación, de manera similar a como son capaces de atención visual conjunta.
Un metaanálisis
Siguiendo este posicionamiento teórico, la investigadora analiza críticamente la fiabilidad de los resultados obtenidos en las nuevas tareas no verbales de creencia falsa. Barone ha realizado una revisión teórica y un metaanálisis de toda la evidencia disponible con niños menores de dos años. El resultado obtenido cuestiona que la atribución implícita de creencias falsas sea un fenómeno robusto, ya que el tamaño del efecto de los resultados se reduce tanto más reciente sea el estudio, depende del paradigma utilizado para evaluar dicha capacidad y hay una alta varianza entre los estudios sin que las razones para ello sean claras.
Entonces, ¿hay teoría de la mente “temprana”? ¿Y cómo la estudiamos?
De hecho, los niños pequeños son capaces de reconocer una serie de estados mentales desde bien temprano en su desarrollo. Específicamente, anticipan las acciones intencionales de los demás y reaccionan cuando los adultos alteran la comunicación intencional dirigida a ellos, así como otras formas de interacción intencional, al mostrar un tipo de coordinación intersubjetiva que se basa en respuestas emocionales y expresivas. Esta forma básica de atribución intencional se denomina perspectiva de segunda persona o la perspectiva de la interacción.
A nivel empírico, entonces, en la tesis doctoral se presentan diferentes estudios que se centran en el fenómeno de la interacción intencional para estudiar la comprensión que los participantes tienen del estado mental de otro agente.
Por un lado, se explora el papel de la interacción en dos pruebas no verbales de creencia falsa con niños de 3 años. En la primera tarea, se intenta replicar uno de los primeros estudios interactivos de creencia falsa y, en la segunda, se diseña una nueva tarea que permite medir respuestas interactivas (ayuda anticipatoria) junto con la mirada del niño y su tiempo de reacción. Los resultados obtenidos muestran que los niños tienen dificultades para ayudar apropiadamente a un agente que posee una creencia falsa, pero son sensibles a la intención del agente al momento de ofrecerles ayuda.
Por otro lado, desde un paradigma experimental diferente y con una población adulta, se profundiza en la naturaleza de la detección de la interacción intencional. Se presenta una nueva tarea, un “test de Turing” de información mínima, para saber cuánta información necesitamos –y de qué tipo– para detectar una interacción con otra persona versus con un ordenador. La idea es que la experiencia de interacción se basa en la detección de contingencias temporales recíprocas que suceden en las interacciones sociales en tiempo real. Los resultados revelan que los participantes prestan atención a las contingencias recíprocas para determinar si están interactuando con otro agente.
Ficha de la tesis doctoral
- Título: Intentional interaction and theory of mind: a second personal approach
- Autora: Pamela Barone
- Programa de doctorado: Cognición y Evolución Humana
- Director: Antoni Gomila Benejam
Fecha de publicación: 31/01/2020